Las películas que te desafían a repensar tu perspectiva sobre el mundo son raras. Las que te sumergen en una marea emocional y te dejan exhausto, reflexivo y agradecido por la experiencia son aún más escasas.

“Babel”, dirigida por Alejandro González Iñárritu, logra ambos objetivos con una maestría que deslumbra y desconcierta.
Un Puzzle de Narrativas
La trama de “Babel” no es lineal, y es precisamente este entramado de historias lo que la hace fascinante. Se siente como si estuviéramos montando un rompecabezas, pieza por pieza, a medida que las historias de diferentes personajes en diferentes continentes se entrelazan.
El título, “Babel”, evoca la historia bíblica de la torre de Babel, donde las lenguas se confundieron y las personas se dispersaron. Iñárritu juega con este tema mostrando cómo, a pesar de las barreras lingüísticas y culturales, las emociones y las experiencias humanas son universales.
Desde Brad Pitt hasta Rinko Kikuchi, cada actor brinda una interpretación genuina y conmovedora. Son las sutilezas de sus actuaciones, esos pequeños gestos y miradas, lo que transmite la complejidad y profundidad de sus personajes.
La música juega un papel crucial en la ambientación. Cada nota parece alinearse perfectamente con las emociones que la película quiere transmitir, guiando al espectador a través de este viaje multinacional.
La Belleza en el Caos
La cinematografía es simplemente sublime. Cada escena, ya sea en el bullicioso Tokio o en el tranquilo desierto de Marruecos, está bellamente compuesta y capturada, creando un contraste visual entre los mundos interconectados.
“Babel” teje una historia que es tanto personal como global. Se centra en la intimidad del dolor individual y, al mismo tiempo, en cómo las acciones de una persona pueden tener repercusiones en todo el mundo.
Iñárritu no teme abordar temas difíciles. Ya sea el aislamiento, la incapacidad de comunicarse o las consecuencias no deseadas de nuestras acciones, “Babel” nos desafía a cuestionar y reconsiderar.
“Babel” es una experiencia cinematográfica que te lleva a un viaje emocional a través de continentes, culturas y vidas. Es un recordatorio de que, a pesar de nuestras diferencias aparentes, todos estamos intrínsecamente conectados.
Nos deja con una sensación de asombro y una apreciación por la complejidad y belleza del mundo que habitamos. Es, en esencia, una llamada a la empatía y la comprensión en un mundo que a menudo parece caótico y desconectado.